Llantísmo, en la cúspide invertebrada de la certidumbre.
Ya no hay costumbres abrasadoras
que te proverbien en carne muerta,
complexionando un mecanismo de disolución aparente.
Es tardía la física de los temores
que comienzan a tejerse en comprimidos de 2 mg.
Camas de pensiones vacías y alguna luz cítrica.
De lo casual a las piernas, de la invitación al olvido,
del sinsoñar al trapecio, de posponer el infierno encapsulado.
Aún ese puente firme sobre el fin de la locuacidad.
En el fondo de la casa, junto al gallinero y algún quincho improvisto.
Sentir el paisaje y su cadavérica espalda.
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