martes, abril 05, 2005

Observaciones

Él observaba dentro del automóvil de vidrios empañados, sin explicación, porque la tarde era calurosa, febril. Cuando pasaron de a saltitos por la vereda, del lado en donde él siguió estacionado, dentro, adormitado y contemplando la situación de esta pasada.
Se alejaron por la vereda mientras siguió observando a ellos, en su charla.
En su contemplación del momento. Canturreando frases inequívocas del espíritu mismo de lo acontecido en el lugar. Más allá del invento, de la transgresión, en el paso largo intentaron lo impensable y allí el encuentro más constante en el mensaje pleno:
-¿Verdad las angustias? No juzgues esos valores que los demás dan a su voluntad.
Solo fue el intento de darme esa respuesta.
-(Él pensándolo para sí, sin exteriorizar el mensaje): ¡Complaciente compañía, no confunda el asunto!
(Ahora si hablándole a ella, expresión de la belleza justa, que al corresponde): ¡Mira en lo intestino!
-(Supongo que mademoiselle en su interior): Pues es ahí donde nos hemos encontrado, alguna vez, otra más.
Y en ese mismo momento del universo; En ese mismo lugar, punto fijo para el transcurso, pero no así para la infinidad; en ese mismísimo momento, pensó en la constancia del encuentro, sin saber siquiera del rechazo que después lo acapararía, lo transformaría. Sin explicación para él, absorto en la espera más continua que floral. Angustiado, desesperando días hasta que la situación logro aclarar las rectas disparadas al sin fin.
En otra dimensión de lo real, desaparecidos del enojo, conociendo lo abismal:
Tu mano de alas sin enfermedades, a veces enfermas de melancolía angustiosa.
No presumas, si logro presumir para alterar mi autoestima, lo original no es permanente. No lo haré, ni en la distancia.
En las confesiones esta lo noble y verdadero, más que eso. Atravesando todo el cuadro, en las confesiones, buscando ese rejuntar de distancia, esa imagen de longitud capaz, correspondiente.
Las repeticiones tienen su explicación pseudocausal, en la naturaleza de los pensamientos. Su química desgracia, su caparazón rojo de metales, obsequio, implorando en el envoltorio por que aparezca la inocencia en la inocencia.
(Siguiendo con las palabras): ¡Lo contenedor de las escrituras! Sabes que me destapo, que me contengo en ellas, para no estallar en polvos distantes.
Madre, devenir, angustia, mansión.
Sangre polvorienta expandiéndose.
¿Que es la sorpresa?
¡Sacudidas y largas piernas!
¿No lo entiendes? La relación esta en los sonidos.
Lo apegado, tan potencialmente, se vale en intentos de comprimirse, junto a la cantidad de encuentro producida, ampliándola en un tiempo menor. Y por ello los estallidos.
Demostrare entonces el transcurso que debe tomar el continuo acercamiento para no rozar en astillas, terminare con las aceptaciones morosas, con las formas ofrecidas, con los artilugios disfrazados, inmunes.
Acudiendo a mil formas de lo irreal e ilusorio e injustificado. Porque no moriré en la tenacidad de la fijación nerviosa, frenética y desgastante. Aprehenderé lo maquinal, lo momentáneo, sin lo planeado y su reniego. Renegándolo, acariciándolo, escapando en momentos de laureles altos, llevando la contención más maravillosa cargada en la espalda, de cabellos del sol que nace en el horizonte colorido.
Pontificios, masacres de alegres. No me quedare ahí donde los papeles se gastan solos, donde no haya sino dentro de uno mismo, no me iré a detener desgastando el camino, arañándolo hasta acabarlo en conocimiento descifrado. La extensión de los párrafos no es importante cuando el regalo es de esplendor maravillante.
¿Disfrutas de las melodías regaladas?
No se, no envío, no logro contener, no imagino en absoluto.
Combustible, en anhelos.
Enmantecando, aplastando, investigándolo. Atrapando y complaciendo.
Allí en la palidez lo admirable, lo que rompió lo equivoco en su forma misma, expulsándola.
No logro contener, puedo degustarlo, no puedo degustar.
Absorto, inmediato, aconteciendo.
Los ojos siguen mirando hasta apagados, ¡y no son ojos!
-¡Golpeador en historias, inspírate en ayunos!
Mantente fiable, convencible, angustioso, repetido, cancelado en una fracción tuya.
Detente en el bajar de los dedos en los símbolos, en el girar de los colores, en los amoríos fabulados.
Encajado, floreciendo.
Cansado me traspaso al descanso, a la admiración de lo onírico.
Brillantes sin apagones. Quitándoselos sin esfuerzo alguno, sin invitaciones.
Lo merecido, lo auto-justificado como merecido, para aquello mismo cuyo fin de explicación apareció la palabra en las oraciones del ser.

Nuevo apagón, en la noche, en la esquina que no se necesita doblar.