Hoy la humedad se me fue con las horas.
Los más bellos pretextos para escapar con la parcera y gargantear una cristal. Con la lluvia en el impermeable, sabiendo que se hace tarde (la evidencia la enmarcan los tres negros que duermen en el común arrugado) y aún así olvidando lo que me atañe.
La ciudad se coarta un cabaret al sur, y sus piernas cenitales sobre el grís revelan los más absurdos interrogantes.
Nos decimos historias de panzas y paramilitares. De drogas y paraculturales. Del viaje y su soledad.
Y mientas cruzamos esa interminable avenida, dejamos un día viejo devorando nuestro aliento. ¿Dónde más? Sino en San Telmo.