jueves, abril 15, 2010

Placer lacónico

Hoy la humedad se me fue con las horas.

Los más bellos pretextos para escapar con la parcera y gargantear una cristal. Con la lluvia en el impermeable, sabiendo que se hace tarde (la evidencia la enmarcan los tres negros que duermen en el común arrugado) y aún así olvidando lo que me atañe.

La ciudad se coarta un cabaret al sur, y sus piernas cenitales sobre el grís revelan los más absurdos interrogantes.


Nos decimos historias de panzas y paramilitares. De drogas y paraculturales. Del viaje y su soledad.

Y mientas cruzamos esa interminable avenida, dejamos un día viejo devorando nuestro aliento. ¿Dónde más? Sino en San Telmo.

martes, abril 13, 2010

Todos los días

Todo los días de sus 8 años caminó en círculos por sus sueños de vida. Esos que hacen retorcer las barrigas de los tipos más hijos de puta. Todos los días pensó en arcoirís de juguetes y baldeó los pabellones de ojos húmedos. Yugó contra los parásitos que le hacían cosquillas. Trepó hasta lo más blanco anudado de nubes. Todos los días sonrío, sin saber por qué. Y todos los días conversó a un angel. Todos los días debe hacer lo mismo. Montado a algún león, que le come su corazoncito y lo devuelve hecho jardín. Todos los días su misterio me hace temblar, y no puedo más que sonreir con él.


Algo sobre las huellas

Hube en cientos de ciempiés distintos,
que somatizában en ardor y obsecuentemente se arrugaban.
Trabajabamos los laberintos, practicando la bilocación.
Cada cual perseguía un triciclo, que chillaba óxido.

Tras un tiempo nos deteníamos a observar de reojo el reloj.
Fácilmente decíamos cosas que olvidaban lo que eramos
y cabia el sentido en una copa, que traía un sendero arbitrario,
algo muy parecido al amor.

Lo que perdía su anonimato, era el dolor.

Frutas en los mediodías, truchas de muecas sonámbulas.
Frentes de los paradigmas, barcos hundidos del aura.
Reglas que regulan los actos, prácticamente torcidas.
Brutas memorias de santos, pueblos de hormigas prohibidas.

Lo que urgía en el bajo, y tambaleaba, era patear nuestras pieles hasta que cambien de color.


martes, abril 06, 2010

El parque de la luna

Mientras yo me quejaba del calor y las prohibiciones, a ella le crecía un gusano en el estómago.

Compartiamos el mismo metro cuadrado aunque nunca nos habíamos visto, ella había llegado en un tren de carga, atravesando el país sólo para estar allí. Yo me ufanaba fumando de esa situación cotidiana.
Pasaron las melodías, las pasajeras en el aire, los hombres de papel de diario. Al final nos unimos en el réquiem del parque de la luna.

Ella tenía que volver a las vias, yo me iría a por una pizza.
Es extraño creer que el mundo tenga los pies tan pequeños.


viernes, abril 02, 2010

El alborotador

Detrás de la sonrisa inolvidable, y la pequeña silueta del natural.
Llegaba y armaba un follón.

Ahora esa sonrisa se desdibuja en digital, ya no ilumina el mediodía.
Ni cada instante que volteaba.

Su cuerpo encogido, siempre tendiendo a desaparecer.
Y el momento postergado por la huída.

Sólo quedó el sol naranja... ¿o es qué cambiamos tanto?