A veces siento a las montañas moverse tras de mi, con sigilosa habilidad.
Son esas veces en las que el mundo no enciende, o no logro encenderlo.
Son los días de laureles secos, de tus presunciones, y mis parautoestimas. De la imposibilidad de convertir la madrugada, de proverbiar una caricia, de desestipular la melancolía perenne.
…
Cuando tu mano era repetición pseudocasual, trataba de construir el cariño en el cariño, la sensual estridencia.
Esos días fueron caravanas, latiendo y transcurriendo, convirtiéndose en recuerdo.
…
Ahora a veces siento a las montañas moverse tras de mi, con peligrosa habilidad.
Son estas veces en que la saliva es espesa, casi de cal.
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