La propagación de la carne en el cuarto
cerrado es la sangre que se secó antes de ser lavada.
Cuando la niña espía el secreto de la primavera y se hace el amor.
¿Quién florece para quién? ¿Para quién sangra? En pedregales, cómo
pastos de baldíos, volvemos en interferencias non-sense.
En porciones de infinito.
Y gritamos por gritar lo indecible aunque ella no lo perciba porque se
está fugando a contrasol.
Creciendo cómo los pastos en la inocencia de su destino.
Buscando desexistir en el gesto que la estimula,
en el agua de la escisión.
Que es respiración abriendo lo que fue tesoro.
Cómo el primer haz que espió y tembló, primaveral.
Y que hoy se acuclilla a apenas alumbrar un páramo.
Su niñez agostada en el cero de un vacío.