El tiempo deforma sólo ignominias sin hambre.
Si caminas el
vecindario con tu puñal en su cartuchera. Por si algo se digna a ser defendido.
Y en la noche, en
las copas y en los icebergs que giran. Cómo giran sus cabezas.
Cejar en la
apuesta se vuelve imposible.
Dormir sin callar,
sin cerrarla ni invitarla.
Eso es cosa de
ningún tiempo para tipos cómo vos, o para los asiduos compradores de lucidez.
Nadie más que
quién no comprenda lo eterno,
podrá en este
momento leer estas palabras y no sentirlas cómo si fueran el eco de una verdad.
Y mañana volverá a
ser un Dios, y creerá que tiene todos los gramos del tiempo.