Mano inmensa, y siempre llena de caricias y de alivios,
de ventanas entreabiertas, de batallas al olvido.
Tus manos mamá son de alcoba, de pie, de raíces hondas.
Al fondo de cada día, extraño tus manos cómodas.
Como creencias y animales, como espaldas, siempre atrás. Cuidando.
Y sólo una vez me encontré a mí,
sentado en una habitación,
sin nada y nadie...
y un cielo que estallar.
Como siempre, a la hora en que todo es fantasmal.
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