martes, abril 13, 2010

Algo sobre las huellas

Hube en cientos de ciempiés distintos,
que somatizában en ardor y obsecuentemente se arrugaban.
Trabajabamos los laberintos, practicando la bilocación.
Cada cual perseguía un triciclo, que chillaba óxido.

Tras un tiempo nos deteníamos a observar de reojo el reloj.
Fácilmente decíamos cosas que olvidaban lo que eramos
y cabia el sentido en una copa, que traía un sendero arbitrario,
algo muy parecido al amor.

Lo que perdía su anonimato, era el dolor.

Frutas en los mediodías, truchas de muecas sonámbulas.
Frentes de los paradigmas, barcos hundidos del aura.
Reglas que regulan los actos, prácticamente torcidas.
Brutas memorias de santos, pueblos de hormigas prohibidas.

Lo que urgía en el bajo, y tambaleaba, era patear nuestras pieles hasta que cambien de color.


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