domingo, octubre 14, 2018

Reposo

A cada muerte, la persigue el repaso incurioso del llanto.
¿Por qué no sonreímos a los muertos?
Estoy convencido de que ellos ríen de dejar esta tribulación.
Hay en sus caritas pálidas una estela imponente. Es la rueca de su sadismo.
Los muertos bailan y se cogen, los muertos no se cuidan ni se esconden.
¿Qué no ves el mundo al revés?
Atrás del espejo, dejé mi cara y mi máscara. Y mi nueva cara es rojo hemocereza.
Me arranqué a bocados la piel, y me sentí excitado por primera vez (como la primera vez).
Mi cuerpo entonó una canción sorda de placer eréctil y fue infinita.
Me envolví en sus sábanas, cagándome en mi vergüenza de eunuco.
Dharma y reposo. Todo lo que fue cuerpo se revolucionó en un confín de armonía placebo.
La muerte vive en su lujuria primavera. Baila, nos coge, y no se cuida.


Mientras nosotros nos creemos el cielo y la tierra, y el cielo y la tierra. Y un temblor nos recorre y recuerda el trastorno de estar vivos.

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