Ahí cuando dió vuelta la última página, respiró.
Y se puso a pensar en la abstracción, o en lo que algunos
mal-llaman evasión. En realidad se abstrae cuando se piensa como aislado
aquello que no está hecho para existir aisladamente. Y él nunca se pensó a si
mismo de ese modo. Al contrario, siempre fue un soldado de las empatías, un
anarquista frente a la soledad. Y sin embargo, se encontraba desde hacia meses
en el mismo cuarto, leyendo aparentemente el mismo libro que acababa de
culminar, sin saber de días o noches, de tiempos o estado, de miedos o catástrofes.
Adherido a la lectura y en paradójica armonía, allí no hacia falta
nada.
Y ahora el pensamiento, la eterna prisión cerebral que no puede
detener, cuando se termina la obra. Y la angustia de la abstinencia. Ahora la
vida, y abrir las ventanas. Ahora saber que lo habían buscado. Ahora tener que
explicar que pasó.
Se levantó y caminó hasta el baño, unos minutos más tarde se
dirigió a la biblioteca y descubrió que quedaba un libro, el único sin leer de
todas esas herencias, ofertas y antologías. Lo tomó y enseguida sintió el
escalofrío, esa sensación en la boca, volvía a decidir callar.
1 comentario:
Está muy bueno, y síiiiiiii es así un libro te logra sacar de la realidad y cuántas veces b¡nos da pena cuando traminamos de leerlo y queremos seguir. Lo viví, lo sentí y me imaginé siendo yo misma el personaje. Un abrazo-Graciela.
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